Perdería la fábula erecta de las amapolas, los litros y bolsos de estrellas, el rojinegro de las vértebras sanas, el ébano que fulgía risa y también el llanto desde la covacha de una piedra.
Perdería el disco musical de las calabazas y la alcánfora rubí de las vacadas.
Perdí la muletada de cirios.
Un profundo vacío triste se hizo en mis sienes.
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