lunes, 5 de octubre de 2009

De lejos se oía el violín de la mañana

 
Nudito hacía el viento en los montículos de oro.  La atmósfera despedía el fraterno aroma de las resedas áureas.  Aquel sitial, junto con ese y el de más allá, era una nítida planicie de lámparas centelleantes, donde iban a brincar los mirlos y zorzalez, tucanes y calandrias.  Atiborraba a la mar, una pintada alameda de sales pastosas, espiración rosa de la humedad y el pitar ávido, musical, de las olas azulinas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario